Por: Carmen Cecilia Laborde
Enf. Mtr. Epidemiología Universidad de Antioquia.
Investigadora Colciencias.
Líder Analítica Sanitaria de Gestarsalud
La Hipertensión Arterial (HTA), que es el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares (ECV) y la enfermedad renal crónica (ERC), es hoy una realidad para aproximadamente uno de cada tres colombianos mayores de 30 años. Se estima, de hecho, que la HTA es responsable de la mitad de las ECV, a las cuales se les debe 1,6 millones de fallecimientos anuales en la región de las Américas². Y, sin embargo, es la condición menos visible de este grupo de enfermedades.
La gestión del riesgo de las personas con hipertensión es, por tanto, un reto enorme para todos los sistemas de salud. En Colombia la gestión para abordar la carga de esta enfermedad tiene establecida una ruta clara e importantes resultados en términos de salud para la población gracias a intervenciones a lo largo del curso de la vida y tratamientos farmacológicos para las personas de alto riesgo.
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En el año 2016, con la resolución 3202, el Ministerio de Salud definió como obligatoria la implementación de la Ruta Integral de Atención en Salud (RIAS) para la Hipertensión Arterial, la cual se integra con la RIAS de Promoción y mantenimiento de la salud, lo que busca integrar las acciones individuales y las acciones colectivas a cargo de los diferentes actores de sistema de salud.
Las EPS durante las últimas décadas han implementado procesos claves para garantizar a sus afiliados el acceso a los servicios de salud y poder disminuir el riesgo de estas enfermedades, entre ellos, campañas de tamiza- je, educación sobre hábitos y estilos de vida saludables, diagnósticos oportunos, identificación de comorbilidades, tratamientos farmacológicos, manejo integral de la enfermedad y seguimiento y control a los pacientes, así como evaluación de sus resultados (ver figura 1).
Este último punto es clave porque la evaluación de la gestión del riesgo de esta enfermedad cardiovascular se realiza a través de indicadores como la prevalencia de hipertensión arterial y las tendencias de la prevalencia de presión arterial elevada en la población a lo largo de varios años, que miden indirectamente el impacto que los modelos de atención han tenido en los resultados de la enfermedad.
De esa forma se ha podido estimar que en la prevalencia de HTA estandarizada por edad en Colombia ha bajado en la última década de 32,4 a 31 por ciento (IC 95%: 24,4 a 38,3 %) en las personas de 30 a 79 años³, ubicándose así en el quinto puesto entre los países de las Américas con menor prevalencia (quintil 1); por de bajo incluso de la prevalencia promedio en el continente (35,4 %).
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Adicionalmente, el indicador de prevalencia de presión arterial elevada se ha mantenido en descenso desde 1993 tanto en población general (de 20,27 a 17,84 por ciento en 2020), como en ambos sexos, aunque más lenta en hombres (21,62 a 19,59 %) que en mujeres (18,92 a 16,09 %) (ver gráfica 2).
Otros resultados para re- saltar en la gestión de las EPS frente a esta enfermedad es que, primero, a nivel nacional el 69 por cien- to (IC 95 %: 66,9 % – 72,6 %) de las personas con hipertensión arterial conoce su condición y, segundo, la cobertura de tratamiento alcanzó el 56 por ciento (IC 95 %: 57,0 % – 63,6 %), es decir, 30 puntos porcentuales más que en 1993, cuando era del 26 por ciento. Asimismo, la prevalencia del control de la hipertensión entre los tratados aumentó signi- ficativamente en un 40,8 por ciento en relación con el 23,1 por ciento de 1993.
Sin embargo, a pesar de estos resultados en salud favorables, es necesario que se integren los esfuerzos de los diferentes actores del sistema para alcanzar la meta de más del 60 por ciento de control, según los Objetivos de Desa- rrollo Sostenible que como país debemos alcanzar en el 2025.
Se trata de un gran reto que amerita conocimiento técnico científico y conoci- miento de los afiliados, sus hábitos de vida, sus riesgos y demás determinantes que afectan su salud. La labor que las EPS han desempeñado a lo largo de las últimas décadas ha significado un abordaje interdisciplinar, no solo con médicos generales y especializados y otros profesionales de la salud (enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos, químicos farmaceutas y trabajadores sociales), sino dando soporte adecuado a las personas en cada una de las etapas de la enfermedad.
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